Relicario (s. XX)
La Iglesia venera sólo las reliquias auténticas, porque nos acercan a la memoria de los Santos, cuyos cuerpos están destinados a resucitar gloriosamente; y conserva con respeto las históricas, por las tradiciones que testimonian, el recuerdo de las personas que las veneraron y también por el valor artístico.
Con el fin de unificar todas las reliquias de los Santos esparcidas por el Templo Parroquial, el año 2011 se creó el Relicario Parroquial, una pequeña Capilla ubicada en la sacristía que contiene relicarios con fragmentos óseos de santos.
El culto a las reliquias se remonta a los principios del cristianismo: como consecuencia de las persecuciones comenzaron a conservarse y a tenerse en gran estima los objetos relacionados con los que habían muerto por la fe. Ejemplo de ello, San Ambrosio (Siglo iv) recogió estos objetos después de la muerte de los santos Vital y Agrícola en su patíbulo en Bolonia y los llevó a la iglesia de Santa Juliana de Florencia. Los primeros restos recogidos de los que se tiene noticia (y documentación a través de los siglos), son los de san Esteban primer mártir de la Iglesia católica. Agustín de Hipona da noticia en sus escritos sobre una de las piedras con que lapidaron a Esteban que fue llevada a Ancône (Francia), y que contribuyó a extender el culto y la devoción hacia este santo. En los Museos Vaticanos se conservan muchas reliquias de este tipo.
El culto a las reliquias ha sido siempre un fenómeno de gran importancia social, económica y cultural.
Estas son las reliquias que se conservan en nuestro Templo Parroquial:
Lignum Crucis
Arca con los restos del Beato Mártir Juan Bautista Faubel Cano.